domingo, 11 de agosto de 2013

Infierno


Fue un infierno. No podía respirar, no podía hacer nada. Casi termina conmigo, pero no lo hizo. No tuve miedo, fui valiente. Tenía las cosas claras, sabía lo que tenía que hacer y acabé con el Kantigón.

Me dieron una espada, la cogí y con todas mis fuerzas se la clavé en su punto débil: su testículo derecho. Poco a poco empezó a salir de él un líquido verde asqueroso, un líquido que me hizo vomitar, un liquido apestoso, cuyo olor inundó todo el reino durante todo un mes. Lo mejor de todo fue que cuando sus gotas cayeron al suelo, nació una flor preciosa a la que llamamos Kantoloris Putrefactis. Era una flor verde, pero preciosa. No tenía mal olor, al contrario. Decidimos ponerle ese nombre para que nunca se pudiera olvidar cual fue su origen. Ahora todos piensan que soy su heroina, aunque yo no pienso eso. Sigo siendo un ser corriente con valor, nada más.

Ahora el reino puede descansar en paz.

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