domingo, 13 de marzo de 2011


Cuando nací era pequeña y muy gordita, todos me decían que era adorable. Por suerte o por desgracia soy de las pocas personas que recuerdan el momento de su nacimiento. Fue la única vez que vi a mi madre, cuando me cogió en sus brazos, me dio un beso en la frente y me dijo que desde que supo que iba a tenerme me quiso.

Tras esto se echó a llorar, se la veía muy triste. Me dio de mamar y me volvió a coger en brazos. De repente, caí entre sus piernas y vi cómo murió, cómo su rostro se apagó y dejó de brillar mientras que sus pequeños ojos iban derramando alguna que otra lágrima.

En ese momento, yo no entendía nada pero ahora entiendo perfectamente por qué esas imágenes se me quedaron grabadas en la mente y por qué siempre que las recordaba me echaba a llorar, justo como en estos momentos. Aunque no sepa qué viene tras la muerte, siempre he tenido la esperanza de que cuando muuriera podría estar con ella así que eso es lo que me mantiene feliz hoy al pensar que puedo morir.

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